EN PRIMERA PERSONA
Cuentos
y narraciones de; Agustín Curiel Lopez
(Un relato que nos dice que hace falta en nuestro tiempo)
Semblanza de un héroe
Se deslizan en fuga continua los
presentes del hoy y cada instante presenta la novedad relativa de los actos del
hombre.
Ayer, pueblos dispersos, antagónicos
entre sí, uno más, otro menos, pero siempre bárbaros.
Hoy, pueblos de tercer mundo, carentes de pureza étnica, confusos y
medrosos al porvenir, masiva-mente analfabeta y bastardamente colonizados.
Nos asomamos al pasado buscando las
bases de nuestra idiosincrasia y, con frecuencia, ese asomo queda en la
superficialidad porque instituimos que ese pasado está dentro de la carne, de
nuestro espíritu de nuestro ser, más que en el libro de historia o en la sala
del museo.
Curiosamente quienes más visitan los
museos nacionales, son los turistas extranjeros y poquísimos quienes estudian a
conciencia el pasado de nuestros mayores.
Hemos de afirmar un adelanto en el
tiempo y la cultura del tiempo prehispánico, al tiempo que vivimos.
Indudablemente que sí, porque ¿Quién querrá
el regreso de los monstruos tutelares, adora-dos como dioses, devoradores de
corazones y gestores directos de guerras y de muerte?
¿O vivir en las pocilgas inhumanas,
atavismo todavía actual, excusa de reciedumbre y fortaleza, cuando en realidad
es pereza en las costumbres?
La literatura mide el progreso de los
pueblos. ¿Qué nos dirán los monolitos descubiertos, la piedra del sol, y aun
las enormes construcciones a las deidades y los mausoleos?
¿Qué fueron felices? ¿Fueron actos de
amor, o de odio, o de temor o de justicia?
Nos dicen mas los poemas incomparables
del rey poeta, sabio y excepcional mecenas que canto a la amistad, a la
belleza, al amor y al Dios único.
Los mayaquiches nos han dejado un rico
legado mitológico de la creación, en Popol vuh.
Y los Incas en lengua Quiche, una
admirable y bellísima historia en el Ollantay.
Ciertamente tenemos que volver los ojos
atrás, estudiar los viejos tiempos para mejorar los nuevos.
Es necesario hacer una re valoración de
nuestro patrimonio cultural y étnico, conocer los errores del pasado: Tutelaje
gubernamental, caciquismo y fatalismo de nuestros ancestros, para que con ánimo
y constancia los superemos.
Hay quien reniega del pasado histórico,
cuando las soluciones nacionales de hoy,
estriban de base en la manera en que cada pueblo solucione los suyos, tomando
en consecuencia su propia y particular historia.
Los pueblos necesitan re descubrir su
historia, hacer notar a las presentes generaciones que no necesitamos
importación de valores humanos; que la nobleza del hombre ha sido siempre
patrimonio de la buena voluntad, de la sana intención y no de posiciones
hereditarias, económicas, de pureza racista 7y menos aun de doctrinas políticas
que renieguen del nacionalismo patrio y destruyan el amor a la tierra en que se
nace.
Jojouhquitequani y Tenoch, Timicing y
Moctezuma, bullen en la sangre, sangre cazcana y azteca. Pero la sangre no es pura, aun
tenemos residuos de españoles y franceses, y la mezcla de todo nos ha dado un
mestizaje, hibridismo, genuino, dualidad
histórica y étnica que nos ha rezagado de la cultura y el progreso; Asimilación
de razas y esperanzas como bien dijo el ilustre vate Nicaragüense:
“…Tened cuidado, vive la América
española.
Hay mil cachorros sueltos del León
español
Se necesitara, Roosevelt, (Reagan,
Podygin)
Ser Dios mismo, para poder tenernos en
Vuestras férreas garras, y pues…
Contáis con todo. Solo falta una
cosa….Dios.”
Podrán invadirnos con idioma, con
música, con dólares, rublos, pero jamás México doblara el corazón.
No necesitamos una cultura ajena a
nuestras necesidades, importando vicios, modas y estilos, no queremos una
literatura que nos aislé de nuestros problemas, porque el pueblo ama y sufre,
quiere que se le cante, se le aplauda o que se le censure; pero que jamás se le
ignore. Una literatura capas de nutrirse de su historia, de sus leyendas, de
sus gentes; una literatura que hable de la verdad, de la justicia, porque donde
la justicia se resigne a morir aplastada, el arte morirá, y donde el arte muera
se destruirá el espíritu de los pueblos.
Un re descubrir nuestra historia
particular para poner paradigmas a las nuevas generaciones; no solo tomar
ejemplos de nuestros preclaros próceres patrios, sino también de aquellos que
sentimos muy cerca, del mismo valle, de la misma tierra, que surgieron de
parecidas circunstancias, soñadores quijotescos, líderes de conciencias y de
espíritus que cristalizaron sus obras en el terreno científico, como Mariano de
la Bárcena; En la beneficencia , como Hilarión Romero Gil; en las luchas
libertarias como Julio García; en la investigación e historia como, Jesús Amaya
Topete; en la educación y la cultura como José Guadalupe Vázquez López y
muchísimos maestros pasados y presentes.
Puede sucedernos que, al tomar
paradigmas de nuestros héroes y mártires, nos quedemos en el recuadro textual;
es decir, que los tomemos como buenos para una lección de civismo, como una
historia que sucedió, quedando en nuestro propio libro, una página más que se
lee.
Necesitamos a los héroes mas cerca de
nosotros, vivos de carne y hueso y es que la historia de los pueblos es la
historia de sus héroes.
Los cambios de la cultura socio económica de los pueblos, no han sido producto de la casualidad; no cambia la historia
por capricho del destino. Siempre ha tenido una causa, una base un motivo.
Las masas populares son fuerza bruta
necesaria para los cambios; pero nunca las masas por sí mismas son capaces de
modificar su propia historia, sin el liderazgo de los prohombres, generosidad o
maldad y del grado de sacrificio de sus líderes.
La vida de José Guadalupe Vázquez López,
fue la historia de un héroe, un líder un guía.
No fueron sus acciones y su obra, las de
un general de batalla, o las de un político miembro de la ilustre y noble
familia revolucionaria. No. La vida del padre Vázquez, más que en los muros de
un edificio, más que una obra de material, se encuentra en la conciencia de
muchos hombres; porque el más que nada fue un maestro. Su obre puede
sintetizarse en tres palabras: Hacer hombres libres.
Si alguna cualidad especifica ennoblece
al hombre, es la de dar esperanzas. Es posible que nuestros ojos acostumbrados
mezquinamente a ver las pequeñas o grandes debilidades humanas, se queden en el criterio de los afanes
humanos sin proyección ni continuidad.
José Guadalupe López tenía esos afanes y
esas debilidades tan comunes en el hombre. Pero tenía también una grandeza de
alma, una fe que obra; una esperanza en todo lo que emprendía, que le hacía
participe y comprometía.
Ante las inquietudes de nuestro tiempo,
tan dinámica, tan cambiante, el corazón Humano ha participado de ese cambio y
ha sentido muy en lo íntimo, el vacío que deja el vaivén de las cosas.
Irremisiblemente busca el calor humano, la ternura, la comprensión, la
felicidad; pero ante todo busca y anhela una esperanza.
No solo la esperanza en el mas allá,
lejana, intangible, abstracta. Busca una esperanza que motive el presente;
palpable, concreta, posible, alcanzable.
Estamos faltos de almas grandes, que nos
motiven, que nos alienten, que Confíen en nosotros; que nos den la esperanza de
hoy.
Nos Han escandalizado, nos han cansado
las lenguas mentirosas, la verborrea monótona de los profesionales de la
demagogia, las promesas infaliblemente incumplidas de los políticos, los abusos
intolerables de los dueños del poder.
Por eso, La figura eximia de José
Guadalupe López, por contraste se troca en luz para quienes tuvimos la dicha de
vivir cerca de el.
Quien verdaderamente haya conocido de
cerca al Padre Vásquez, habrá sentido ese afán de progreso, de superación en
todos los niveles.
El Colegio Niños héroes no es
propiamente un edificio hermoso. Algunas de las aulas carecen de lineamientos
clásicos de la pedagogía; Los accesorios escolares adolecen con frecuencia de
funcionalidad. Pero cuantos ex alumnos pueden decir orgullosos que ese colegio
tiene parte suya.
Seguro que más de alguno podrá contar
una historia, su propia historia; en la adaptación de ese viejo casaron de
huéspedes convertido ahora en escuela elemental.
Con cuanta ternura se recordaran los años
de estudios primarios en la casa que se fue forjando día a día con cada
montón de ripio que se convirtió en carretillada de arena que se echo con la
algarabía propia de los años que no volverán, pero que se conservan en el alma
como tesoro inapreciable.
Y qué decir de la Organización Juvenil Orientadora, que
patrocinaba programas radiofónicos y celebraba reuniones llenas de fraternidad
con muchachos inmaduros y frívolos, pero que supieron sacar la substancia, la
intención del educador y amigo que forjo espíritus libres.
Ciertamente muchos proyectos quedaron
sin efecto, como lo que fue la formación de la escuela de artes y oficios que
diera formación al jornalero, oficio al obrero,
sustento y seguridad al hombre honrado, dichos proyectos quedaron sin
realización.
Hombres como José Guadalupe Vásquez
López necesita el tiempo actual.
Josa Guadalupe nació en una ciudad del
centro de la región alteña. Su estatura,
más alta que mediana, Constitución delgada, aunque fuerte. Señalada
calvicie y de un mirara intenso a través de unos lentes, no, nos dice nada, ni
nos mueven a ejemplo. La personalidad de su carácter; La elocuencia de su
palabra, no por finura literaria, si no por convencimiento del Corazón; la
energía de su voluntad era lo que entusiasmaba y movía a la acción.
Estos son los hombres que hacen posible
el progreso de los pueblos; sin jactancias, sin exhibicionismos, sin erudición.
Estos son los valores que debemos cuidar
y transmitir, Valores que descuidamos en la batahola de nuestro diario quehacer
tan lleno de voces ajenas y extrañas a nuestra propia idiosincrasia.
Una idiosincrasia que se basa en la
dualidad indigeno española, y por tanto híbrida e insegura.
Poner los pies en la tierra, firmes,
aceptándonos al mismo tiempo que limitados, capaces de re descubrir nuestra
identificación nacional, tomando lo bueno del pasado y desechando lo que nos ha
dañado y lastimado.